lunes, 28 de septiembre de 2009

Con buena letra

Mayte Rius, LA VANGUARDIA 26/09/2009

Escribimos menos, no peor, y el 20% de alumnos no logra una buena letra.
Caligrafía. Suena a copia y huele a escuela tradicional. Lo cierto es que cada día escribimos menos a mano y quizá no nos preocupa tanto nuestra letra. ¿Estamos descuidando la grafía? ¿Escribimos peor que nuestros padres? ¿Importa una buena letra?
La palabra caligrafía, desde un punto de vista etimológico, hace referencia a la belleza de las letras, aisladas o formando conjuntos, y en nuestro imaginario colectivo está asociada a sesiones interminables de copia manuscrita de textos estereotipados, de escaso o nulo sentido pragmático, que se iban repitiendo cansinamente en cuadernillos de doble raya. Y entendida así, como el arte de escribir con letra bella, podría pensarse que la caligrafía está en claro declive. "Las nuevas tecnologías hacen que demos menos importancia a la escritura manual, que la practiquemos menos, y que la conciencia de la escritura como arte se esté perdiendo, al menos en occidente", afirma Pilar García Carcedo, profesora de didáctica de la lengua y la literatura en la Universidad Complutense.

Pero el significado de la palabra caligrafía es más amplio: "La atención a la belleza de la escritura tiene como fin que sea comprensible para el lector y armónica desde un punto de vista estético y, desde ese punto de vista, la escuela sigue procurando que los escolares escriban bien y nunca ha habido, hasta hace poco tiempo, una población totalmente escolarizada", asegura Celia Romea, presidenta de la Sociedad Española de Didáctica de la Lengua y la Literatura (SEDLL).

También Francisco Viñals y Mariluz Puente, directores del máster en Grafoanálisis Europeo de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) matizan la impresión de que la caligrafía está en crisis: "Podría parecerlo por el creciente uso de e-mails y messenger, pero el propio desarrollo de la información obliga a anotaciones constantes que no son forzosamente por ordenador; en la educación sigue siendo prioritaria la escritura como medio de expresión y, si bien es cierto que de adultos no se escriben hoy en día tantas cartas a mano, se escriben notas o apuntes". Y como prueba de que no se deja de escribir enfatizan que en las papelerías han crecido las ventas de libretas para anotaciones manuscritas.

José María Echauri, profesor de lengua del instituto Albéniz, de Alcalá de Henares (Madrid), cree que lo que ha cambiado respecto a la caligrafía es que "la buena letra" como habilidad ha dejado de ser un objetivo ligado a determinados trabajos. "Antes se rotulaban las carpetas a mano, se pasaban los informes y se hacían los asientos en los libros de cuentas a mano, así que era imprescindible escribir con letra muy clara y tener capacidad de rotular; ahora ha bajado la importancia de esa habilidad, pero no tengo claro que se escriba con peor letra, porque tampoco entonces todo el que pasaba por el sistema educativo conseguía una buena letra", declara.

Más contundente se muestra al respecto la presidenta de la SEDLL: "Ahora no se escribe peor que antes, sino que no todo el mundo llega a tener un modelo caligráfico óptimo para que su letra se comprenda por quien ha de leerla". Según sus cálculos, la mayoría de los alumnos escribe con letra clara y correcta, bastante estándar, al llegar a los 10 años o incluso antes, letra que luego modifica a formas más personales al finalizar la ESO, y sólo hay un grupo, de entre el20% y el 30%, que nunca llega a tener buena letra por falta de habilidad para reproducir buenas grafías o por poner poca atención o exceso de velocidad al escribir. Y subraya la importancia de estos resultados cuando es toda la población la que se escolariza y la que accede a las prácticas caligráficas. Porque si algo enfatizan todos los profesores consultados es que en la época en que la buena letra era muy relevante, la educación era más elitista y muchas escuelas privadas se servían precisamente de la caligrafía "inglesa" o "francesa" como marca de la casa, para dejar constancia que un alumno había pasado por sus aulas, si bien en el resto de las escuelas la caligrafía también era materia mimada.

Francisco Viñals y Mariluz Puente consideran que la pedagogía ha incorporado los valores positivos de la caligrafía con modelos progresivos que, en su evolución, facilitan la adopción de una escritura personal, mientras que en la época de la educación rígida quizá la letra era más legible porque había temor a apartarse de la caligrafía formal aprendida, pero eso no significaba que se escribiera mejor desde un punto de vista psicológico. "La escritura legible, o incluso aparentemente bonita, muchas veces es ralentizada, con adornos innecesarios, más propia del relumbrón o de unas formas manieristas o rebuscadas que de la autenticidad", dicen los profesores de la UAB.

Quizá por ello, el objetivo de maestros y profesores -y de quienes forman a estos en la universidad- es priorizar que se escriba con letra cara y comprensible más que señalar qué modelo de letra encierra mayor belleza y hay que imitar. "Cada persona ha de tener su letra, igual que tiene su forma de andar o de montar en bicicleta; en la escuela han de trabajarse unos modelos que combinen dos o tres tipologías de escritura, y luego cada uno lo ha de adaptar a su forma de ser y su personalidad", señala Germán Belda, vicepresidente de la Sociedad Española de Grafología.

Claro que para adaptar un modelo de letra y hacerlo propio primero es necesario dominarlo correctamente, y esa condición, a juicio de Belda, no siempre se cumple entre los escolares. "Escribimos mucho menos de lo que deberíamos; en los colegios, por comodidad, se pide a los niños desde muy pequeños que hagan sus trabajos con ordenador, con lo cual se está frustrando un aprendizaje de la escritura; además, se hace hincapié en el modelo tipográfico, en la letra de imprenta, y esas letras sueltas, sin enlazar entre sí, fomentan la intuición pero no el razonamiento, y crean problemas de constancia y de regularidad en las tareas; por otra parte, antes los alumnos tenían hasta los 14 años para dominar la escritura y ahora, con 12 pasan al instituto y, sin haber terminado de formar su escritura empiezan a destruirla para poder coger apuntes: lo que queda es un engendro de escritura y, cuando la persona quiere escribir correctamente, no puede", relata el grafólogo.

Pilar García Carcedo coincide con Belda en que ahora se practica menos la escritura, pero asegura que en 20 años como profesora universitaria no ha visto que la letra haya empeorado. "La ortografía sí que ha sufrido un deterioro - el 50% de los alumnos de magisterio cometen faltas ortográficas-, pero la caligrafía no; corrijo unos 300 exámenes al año y, en mi opinión, la letra es bastante legible; mi impresión es que la tecnología, los SMS y los e-mails hacen que se practique menos pero no influyen negativamente en la caligrafía, aunque sí en la ortografía".

Tampoco José María Echauri ha notado cambios significativos en la caligrafía de sus alumnos en 25 años de profesor de instituto. "Siempre he tenido gente con mala letra, con letra ilegible, con letra de imprenta… Veo las mismas cosas que veía al principio de ejercer", relata. Lo que sí aprecia García Carcedo son grandes diferencias entre la letra de sus alumnos y alumnas: "Lo veo desde hace 20 años: un gran número de ellas con letra ordenada, redondita, y un gran número de ellos con letra suelta, de imprenta". Y se muestra preocupada por la falta de práctica en la escritura manual de las nuevas generaciones de alumnos: "Los exámenes continúan siendo manuscritos, y no pueden estar todo el año escribiendo en el ordenador y en diez días preparar el examen, porque el resultado, ortográfico y caligráfico, es un desastre, afecta a la comprensión del texto y puede influir en la nota, sobre todo cuando se trata de futuros maestros que han de tener una caligrafía legible y cuidada para enseñar a los niños".

Y es que, como explican los grafólogos, para una buena caligrafía no basta con que una letra sea legible. Cuidarla implica también respetar determinados criterios tipográficos, presentar un manuscrito limpio y organizado, respetando márgenes y distribuyendo espacios. Germán Belda apunta una serie de criterios mínimos que deberíamos preservar en nuestra letra, por personalizada que sea: utilizar las mayúsculas de palo, tipográficas, con sus ángulos bien marcados; enlazar siempre las minúsculas por delante y por detrás; mantener los ángulos obligados -en la s, la r, la b y la v- y las curvas obligadas -los óvalos de la o, a, d, g y q; los pies de la g, la j y la y; la parte superior de la l y la h, y las uniones entre letras-.
También habríamos de procurar que nuestra escritura sea vertical, sin inclinaciones excesivas hacia delante o hacia atrás, y sin demasiadas ondulaciones o fluctuaciones en las líneas. En todo caso, como recuerda Celia Romea, lo que nunca hay que olvidar es que "muy buenos calígrafos, con letra excelente, no tienen contenidos porque sólo son unos muy buenos copistas y, por el contrario, niños y adultos con letra de médico comunican bien porque tienen ideas que saben expresar".

Claves para una buena escritura
La escritura es un acto mecánico que, para realizarse con precisión, requiere de una serie de condiciones previas:

Estar cómodo
Con una silla y una mesa adaptadas a la altura correspondiente, de forma que los pies no cuelguen y los codos puedan apoyarse en la mesa sin necesidad de levantarlos

Tener una buena postura
Hay que mantener la espalda erguida, sin recostarse en el antebrazo que no escribe; el codo y el antebrazo deberían formar un ángulo de 45 ° con respecto al papel y la mano situarse como una prolongación del brazo

Sujetar bien el lápiz
Con los dedos pulgar (hace los trazos hacia arriba), índice (hace los trazos hacia abajo) y corazón (con los otros dos, controla y dirige las curvas)

Colocar el papel
Debe estar inclinado hacia la izquierda con respecto a la mesa, y sujetarse con la mano que no escribe

Usar un bolígrafo dócil
Que se deslice suavemente por el papel sin tener que presionar más de la cuenta.


Nuestra más CORDIAL FELICITACIÓN a MAYTE RIUS, por el magnifico artículo que refleja de forma muy positiva el tema huyendo de los sensacionalismos a los que nos suele tener acostumbrados la prensa, y presentando a la CALIGRAFÍA y la GRAFOLOGÍA con absoluta objetividad, imparcialidad y RIGOR.



Mediante este enlace se puede acceder al artículo completo:

http://www.lavanguardia.es/lv24h/20090926/53793130917.html

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